jueves, 9 de mayo de 2013

LAS PROEZAS DEL AIRE NEGRO




Engañó a la pregunta con sal
y al pañuelo frustrante que lagrimeaba sobre el piso,
de sobra conocía al beso frágil, a la noche quieta
y siempre asistía al superávit de rebeldías.

Odiaba apenas el guiño de su tormento fingido.
Con las llaves prohibidas creciendo en las sombras
borró estrellas y placeres cuerdos,
hizo de los besos incertidumbres dedicadas a la luna. 

Comió vendabales entre las sinfonías, cenizas del pecado
el desacierto de salir a escena sin saber qué sucedía.
Se trepaba a los años locos jugando siempre
a seguir el rastro de nadie.

Dándole cuerda al reloj hizo del nudo en la garganta
un gesto hueco, pulcro, desinfectado,
y dio flor y fruto cuando de pronto
lloviznó sobre la certidumbre perdida. Nunca,
nunca se detuvo ante la vergüenza
para escribir versos yertos, refranes sin fe
las proezas del aire negro.

Fuera de la excusa sobre la nube, del alevoso respiro,
del origen y el enjambre en el abismo,
es secundario el perdón y atemporal el olvido.

...Aún está aquí,
impasible el sosiego.


Liz Barrio
Mayo, 11, 2013

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