Para C.
Escuchas el brote de los
huracanes como un sol de invierno agostado… callado y solo. Me recuerdas a las
voces del alba aterida cuando un encuentro más se resume esperanzado en una
bocanada alucinógena… de muerte. Entiendes la imprecación como una margarita
inmune al granizo, como un rostro más entre arrebatos de sonrisas… casi la
savia, casi la sangre maldita que se ha podrido entre dos manojos de
ferocidades. Tú me recuerdas a la impaciencia con vocación de mártir, a los
días sin pulso, al breve ardor de la luciérnaga pensando en su nido adolescente
bajo la hoguera. Nada ha cambiado, ni el amor razonando ni el pronóstico
evocando mi nombre que no conoces. Me recuerdas la feliz coincidencia de las sombras
brillantes, la verdad en la piel, a la cruda ternura en el alma… ciñendo el
cuerpo que nos habita.
Liz Barrio
Enero, 15, 2013.
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