Me dejaste tragar los ácidos minutos
y desear que no fuera cierto…
Que te has ido y para siempre
como si el irse trocara labios
en muecas sordas para no intentar
la sonrisa, el alentado aliento, el morirse
despaciosamente.
No supe decirte adiós con mis manos
ni con el destino metido entre mis uñas
o con la crueldad de una tregua
dirigida hacia lo inevitable.
Te fuiste con mi cariño
madurado bajo la quietud
de un verso roto,
inmaculada la sombra,
abierta la fragancia…
Y ya no quedan remedios caseros
para este dolor impregnado de estertores,
se abisman los recuerdos
las tardes, las mañanas dulces
y tú no viniste a mí
olfateando mi sueño.
Cuando te fuiste,
el alma quedó prendida del techo
y en mi memoria inválida
volvió a ser noticia la tristeza,
bebiéndose mi soledad desértica
y amedrentada.
Te extraño
te echa de menos mi tiempo,
mi espacio
mi ciclo y mi fase rotunda.
Me dejaste y te has ido así.
No estás.
No hay nadie y de mí,
sólo queda la edad de la noche.
Liz Barrio
2 de agosto de 2014.
Sabor amargo e impotencia. Recuerdos dulces y espinosos.
ResponderEliminar