lunes, 10 de diciembre de 2012





¿Y qué esperabas?
Una vez más,
¿qué esperabas?

Dime ahora, pero dime de verdad,
desde la sinceridad que no desconoces,
¿qué esperabas?

Con mucha esperanza
y la ingenuidad en abundancia
agregaste un dolor más a tus estertores,
desgastando tu obscuridad perenne
disfrutabas en pretérito,
y desmereciendo al tiempo cansino
inclinaste las horas dispuesta a todo.

Ahora qué más sino, ¿continuar?
Pretendes descansar
envuelta en los trapos viejos
del inmisericorde vacío.
Espantosamente te volviste a equivocar,
abandonada y sucia
recuerdas tu fantasía amada,
deseas lo que no existió,
vagas por los pantanos
del más increíble desatino.

¿Y qué más te hizo derretirte
entre el fuego nuevo
que nunca llegó?
¿A quién vas a darle cuentas
cuando tu palabra escrita
se acabe?
¿Tenías acaso la virtud insípida
que se desbarata cuando la tocas,
tenías por casualidad
bien aferrada
tu verdad
destartalada y anciana?

Anda, contesta.
Quiero una respuesta,
la más increíble me vendría bien incluso
en este momento.
Porque no me convencen ni tú
ni tus lágrimas álgidas
ni tus versos estáticos,
desoídos, disminuidos.

No me convencen ni siquiera
 tu locura antigua
o tu inmensa y estúpida tristeza...

No, el frío que aquí tienes,
acaba de detener
mi lástima y mis pensamientos
pero descuida...

A destiempo le hablarás otra vez,
a la hoja de papel y a la tinta
mientras miras tu alma
en el espejo.

 

Liz Barrio
Abril, 22, 2007

 


2 comentarios:

  1. Desgañitado y roto, perenne y absurdo, como un niño que prendió fuego a sus juguetes, o como los juguetes rotos que le prendieron fuego al alma del niño. Tenemos el tiempo para limpiarnos la sangre y las heridas, tenemos el espasmo y el miedo convertido en nuestro ángel protector de desgracias. Tenemos con nosotros y sen tados a la derecha del padre no reconocido la furia para sacudirnos nuestro propio lecho de cenizas. Monumental elegía, cadena enrojecida de Prometeo, entendimos que llorar sólo nos traería el recuerdo, aprender a callar, a recomponer, y a decir luego. Bárbara mi querida Liz, el encabronamiento y la catarsis oscura, tiene en nosotros una cálida residencia.

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  2. Caray, qué pedazo hermoso de comentario me ha dejado usted, poeta. Se lo agradezco muchísimo. Seguiremos encontrándonos en las letras y en una que otra peli colorida y con happy end, jejeje. Un beso y un abrazo y gracias de nuevo

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Gracias