domingo, 27 de enero de 2013

EXENTA DE CULPA





















Perfumado el escote
los labios eternos
la última mirada triste.

A veces cantaba alto
y en la voz
graves y sutiles tonos
sostenían un ave maría
para su alma rota.

Perdió el miedo
en el rincón nocturno
donde de puntillas
solitaria
dejaba reposar la llaga.

Por el envés
un eclipse humeante
bajó al incendio del invierno,
invisibles madrugadas
desangraron sus labios
y el más antiguo de los siglos
le besó el alma
le desvistió los adagios.

Exenta de culpa
intuyó darle vuetas al mundo,
pero un poema moribundo
estoy segura,
le dedicó una excusa torpe
y pronunciándola, sin acentos
le atrofió el corazón.

La boca herida
los ojos afligidos
la entraña mágica, infinita
pero desconocida.

Pobre luna de azules desamparos y de casto rocío en el escote.

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Liz Barrio

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