Voy a sacudirle al diablo los ojos tristes
y a rociar su voluntad con el verso sin protuberancias.
Hace siglos que está enfermo de tiempo
dicen que un día abrió un libro
que lo leyó con la atención desnuda
y no volvió jamás en sí mismo.
Le duelen ahora la prisa y las canas
las venas
las conclusiones de diario
y termina siempre cansado
muy cansado.
Imperfecto y tardío
se le clava la nostalgia en las mañanas grises
y un sabor a desgracia parpadea en sus sienes.
Pobre diablo asustado
frío como el prohibido amor que le fue concedido
habrá que dejarlo descansar y no culparlo siempre.
Más imperfecto que nosotros araña su ruido fermentado
sin más opción
que la inmortalidad.
Liz Barrio
20, marzo, 2013
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