Seca y arrepentida Catalina Salas admiró
el vestíbulo
y con la pupila abierta, recordó marzocuando alguno que otro joven le soplaba flores en el escote.
Y ahora ni a Mimoso le agradaba verla
ni siquiera el pedante felino disfruta
de sentarse junto al pobre dinosaurio y abrazar un rato las manecillas del reloj.
La fea se palpa las grietas
y melancólica recuerda besando al alguacil
del barrioese cobarde que al enterarse del futuro retoño
huyó a comprar el vicio y se ha tardado treinta y cinco años.
Pero qué importaba si Cata había
cumplido con su sueño,
tener al bodoque más guapo de la
colonia…al más pedante, al más hostil, al más ingrato.
Juan Salas el último de los hombres que
la habían abandonado
el malagradecido que prefiere cepillar
hilos de oroa cuidar a la zacate de su madre.
“¡Y pensar que mi abuelita me decía
que iba ser esposa de un famosoque me ahogaría de oler tantos billetes
y que las joyas me darían consuelo de ser pobre cuando niña!”.
Tal parece que los diamantes no
sirvieron para nada.
Tal parece que están mejor en casa del
plomero.
“En fin, nadie consigue lo que quiere
nadie obtiene lo que deseanadie es feliz en esta vida”,
decía la anciana eructando espuma por la boca.
con la pupila abierta recuerda marzo
y espera que al menos hoy en el día de su funeral,
alguien le sople una flor en el escote.
Ángel Mejía Barrio
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